Esta es la transcripción de un vídeo que he publicado en Instagram hoy, 1 de marzo de 2024. Si prefieres verlo en ese formato solo tienes que pinchar aquí
Desde hace un tiempo no me siento cómoda con OEMVI. La cosa no está en si va bien o va mal, siempre podría ir mejor o peor, sino más bien veo el problema en el mensaje. En concreto con el mensaje que estoy transmitiendo.
Cuando escogí el nombre de Orden en mi Vida, lo vi simplemente perfecto, porque al final era lo que estaba haciendo: estaba poniendo orden en mi vida. Estaba metiendo la tijera en mi vida profesional, en mi vida personal y en todas las facetas en las que me desenvolvía desde que me despertaba hasta que me acostaba. Y qué quieres que te diga me pareció más que adecuado.
La idea era compartir todas las herramientas que me estaban ayudando a poner mi vida en orden.
Obviamente, el orden físico, y la limpieza estaban presentes. Porque me daban paz y me daban sensación de control sobre mi vida, pero nunca fueron mi prioridad. Nunca fueron un pilar sobre el que planee construir lo que yo quería construir alrededor de Orden en mi Vida. Y a día de hoy, tengo aún más claro que no quiero que lo sean bajo ningún concepto.
Cuentas de limpieza y de orden hay cientos de miles, en todos los idiomas y hay gente a la que le viene de maravilla tenerlas a mano. Sin embargo, creo que, a otra muchas, a muchas más, le hace más daño que beneficio. Y aquí es donde llega la parte incómoda de este discurso.
Hace unas semanas tuve un intercambio de comentarios en un post, en el que me mojé, y definí que para mi, la limpieza era más bien una cuestión de higiene y el orden de salud mental, pero que no podíamos basar nuestro bienestar en ellos. Aún habiendo salido eso de mi, me sorprendí igualmente, y me dejó pensativa.
La conclusión a la que llegué es que estamos convirtiendo la limpieza y el orden en algo indispensable para estar bien cuando es absurdo basarlo en algo tan efímero.
Después de estos seis años con OEMVI, y este último año y medio dedicándome profesional y exclusivamente a ello, son muchas las personas, especialmente mujeres, que han llegado a mi pidiéndome ayuda quejándose de que sus casas eran un caos, que tenían la sensación de que sus vidas estaban patas arriba o que iban de aquí para allá como pollo sin cabeza haciendo mucho, pero sintiendo a la vez que no hacían nada, o al menos, nada bien.
Todas esperaban de mi que les diera el truco mágico, y que el truco sería del estilo, coge una bolsa y empieza a tirar por aquí. Sin embargo, a aquellas a las que veía más perdidas y con más sensación de que su vida era un caos, mi consejo era que en un cuaderno, y durante siete días seguidos escribieran todas aquellas cosas por las que se sentían agradecidas.
A la semana, cuando volvíamos a hablar, sus respuestas al mismo cuestionario inicial en el que habían reflejado toda su frustración, era que se habían dado cuenta de que ni sus casas estaban realmente tan mal, ni sus vidas eran tan caóticas y que hacían muchísimas más cosas bien de las que realmente habían sido conscientes. Su perspectiva había cambiado, y su realidad se veía de otro modo.
Cuando vas en un avión y la cabina se despresuriza, el mensaje es siempre que te pongas primero tu la mascarilla de oxígeno y luego al que tienes que ayudar. Y no es por una cuestión de egoísmo precisamente. Ese oxígeno te permitirá ver y pensar con más claridad y tomar las decisiones oportunas sobre la gente que depende de ti.
Pero la limpieza y el orden no pueden ser esa mascarilla que te da oxígeno. Es imposible. ¿Por qué? Porque es algo efímero y muy ingrato. Y basar tu paz mental y tu equilibrio en ellos es apostar por el peor de los equipos.
Al final el polvo vuelve al segundo de haber pasado la bayeta, la suciedad se genera en cuanto vuelven a utilizarse las cosas. Es un ciclo sin fin.
Tu limpias y ordenas y al terminar observas tu casa y sientes una enorme satisfacción, empiezas a disfrutarla, y solo por eso, se genera otra vez el desorden y la suciedad, así que vuelves a dedicar parte de tu tiempo a ordenar y limpiar, vuelves a sentir esa sensación de control, de paz, y te relajas, pero al día siguiente la cosa vuelve a repetirse, y tu empiezas a pensar que quien ensucia y desordena lo hace a posta o sin cuidado, o que no tienes suficiente apoyo, y eso te cabrea, pero terminas resignándote y vuelta a empezar, limpias, ordenas y sientes paz, luego vuelve el enfado, la frustración, y en cada ciclo esas sensaciones aumentan, y empiezan a contagiar a otros ámbitos de tu vida.
Hay quien siente que lo que quiere, obviamente, es vivir en la fase buena, en la que se siente bien, y por tanto se obsesiona con la limpieza y el orden, pensando que sólo eso puede proporcionársela.
Cuando, además, a esas personas las bombardeamos con trucos de limpieza mágicos, con casas perfectamente ordenadas y limpias a nivel quirófano, estamos alimentando sin querer esa frustración. Porque solo ver las imágenes ya les proporciona paz, pero levantan la vista y piensan en todo lo que tienen que hacer en su casa y el descontento se apodera de nuevo de ellas.
Las mujeres adultas del s.XXI viven en un mundo muy distinto del que vivieron nuestras abuelas, quienes la inmensa mayoría se dedicaban en exclusiva al hogar y a cuidar de la familia.
Ahora tanto a mujeres como hombres se nos exige veladamente que seamos las mejores versiones de nosotros mismos. Que tengamos la casa perfecta, la vida perfecta, que seamos emprendedores, o el empleado del mes. Se nos bombardea con cientos de métodos educativos para ser los mejores padres. Que tenemos que estar en forma, y tener un cuerpo perfecto hasta la tumba. Hacer ejercicio diario, mejor de fuerza, pero también cardio, comer de esto, pero no de aquello, aunque dentro de unos meses volveremos a poder comerlo porque resulta que es bueno para el cáncer, aunque malo para el Alzheimer.
Y te pasas la vida dando tumbos, no es de extrañar que necesites aferrarte a algo que sientas que puedes controlar.
Por supuesto la limpieza y el orden son aspectos importantes en nuestra vida. Pero creo que han de serlo solo por higiene y practicidad. Punto.
Y es justo por eso por lo que no quiero seguir por ese camino. No quiero seguir alimentando esa necesidad a nadie. Ni a mi misma.
Yo siempre lo he dicho, no soy una persona ordenada, pero me gusta el orden, efectivamente me aporta buenas sensaciones, pero no me obsesiona. En absoluto.
He descubierto que hay otras muchas cosas que me proporcionan esa paz y sentimientos positivos. Que no necesito el orden y la limpieza para sentir que tengo el control de mi vida. Es más, gracias a ellas me he hecho consciente de todo esto.
Por eso he tomado la decisión de cambiar definitivamente de rumbo. No es que se trate de un cambio radical, no. No es como si hasta ahora habláramos de rugby y mañana empiece a hablar de poesía victoriana. De hecho, desde hace unos meses la temática del Club y de los vídeos que comparto en YouTube ha ido girando hacia lo que realmente está alineado con mi filosofía.
Esa es la razón por la que seguramente no encontrarás más post de limpieza y orden perfectos, aunque sean los que más likes reciben y a los que más visibilidad les da Instagram. No me importa.
En este mundo en el que parece que lo artificial, lo inmediato y lo efímero nos está de repente ganando la carrera, creo que debemos apostar por afianzar los valores fundamentales. Y agarrarnos a lo esencial. Que la calma plante cara a las prisas.
Sé que con esta decisión muchos dejareis esta cuenta. Soy muy consciente y no creáis que no lo he sopesado, pero os mentiría si dijera que lo siento en el alma. Hay ahí fuera cien mil cuentas de orden y de limpieza que lo hacen estupendamente si es lo que realmente buscáis y os olvidareis de mí en segundos. Pero creo que es importante apostar por lo que voy a apostar. Porque el orden en nuestra vida y vivir en equilibrio se puede alcanzar de otras muchas maneras.
A los que os vayáis, os deseo que encontréis lo que os gusta, a los que os quedáis mil gracias por haber decidido ESTAR.
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