Dos meses, dos meses sin escribir. No es el espacio de tiempo en silencio más prolongado que ha vivido Orden en mi Vida, pero a mí se me ha hecho eterno y rápido a partes iguales. Qué incongruencia, ¿verdad? Pero sé que me entiendes.
Y esta vez no te voy a decir que ha sido por falta de tiempo, no. Porque es la época de mi vida en la que quizá haya podido disfrutar de más horas libres que nunca. Pero he estado lidiando, estoy lidiando con algo que al parecer es más común de lo que pensaba.
¿Sabes ese momento en el que por un lado tienes muchísimas ganas de hacer algo, pero a la vez te surgen mil cosas que hacer antes que impiden que lo hagas? Cada vez que me sentaba en el ordenador, resulta que estaba casi sin batería, y en vez de enchufarlo y escribir, me entretenía colocando todos los cargadores y cables de la casa, para cuando me quería poner a escribir adiós inspiración.
O justo pitaba la lavadora, y me ponía a tender la ropa porque a mí me gusta colgarla de un modo en concreto que mi marido no hace. O peor aún, sonaba una notificación en el móvil, un mensaje de WhatsApp por ejemplo, y en vez de ignorarlo por un momento, lo abría, contestaba, y ya de paso chequeaba Instagram…durante una hora. La consecuencia: yo misma me ponía trabas absurdas para no hacer algo que me encanta y que disfruto. ¿Qué sentido tiene todo esto? Visto con perspectiva, ninguno.
Procrastinar en algo que no te gusta es más que normal. Procrastinar ante ese informe a entregar, una tarea que odias, algo que sabes que no te aporta nada y que es una pérdida de tiempo…ahí es donde siempre había encajado la impronunciable palabrita. Pero en hacer algo que me gusta, que es bueno para mí e incluso puede que para otras persona, es algo raro.
Lo peor es que no he sido consciente de lo que me pasaba. Esas excusas, tareas, avisos y llamadas eran reales. Y el escribir un blog, crear contenido para una cuenta de IG que no me aporta beneficio económico alguno, por ahora, no es aparentemente una cuestión importante. O eso me he estado diciendo a mí misma durante mucho tiempo.
Hasta que empecé a leer sobre el Ego.
Lo que yo entendía como ego, hasta hace muy poco, era que se trata de una parte de nuestra mente que se empeña en que nos creamos únicos (ególatra, egocéntrico…) frente al resto del mundo. Pero su función al parecer, va mucho más allá de la apariencia, o de creernos el centro del universo.
La función del ego es protegernos. Protegernos del peligro. Hace miles de años, cuando vivíamos en las cavernas, era nuestro instinto de supervivencia. Mantenernos calientes y alimentados para no morir, fabricar armas para protegernos, buscar cuevas, construir casas como refugio. ¿Y en el siglo XXI?
Pues al parecer, nuestro cerebro no ha evolucionado tantísimo como para no tener que sentirse alerta por algún peligro. Ya no tiene que defendernos de los Diente de Sable, pero si de que se nos ocurra hacer cosas nuevas que sobre todo impliquen dedicación y esfuerzo de algún tipo.
Ahora es cuando viene la famosa zona de confort. El ego lleva literalmente miles de años tratando de que vivamos en nuestra zona de confort. Que estemos a gusto, protegidos, queridos, admirados, tranquilos. Por tanto, cada vez que tratas de hacer algo nuevo se te presenta en forma de duda. Es esa voz que te dice, ¿estás segura? Que cuando le contestas que sí, se pone aún más alerta, y entonces te bombardea con ¿y vas a saber a hacerlo? ¿con tus conocimientos serás capaz de hacerlo? ¡Pero si no tienes experiencia!, ¿Qué va a pensar la gente? seguro que se ríen, seguro que es un fracaso, te van a caer críticas por todas partes, mejor dedícate a lo que sabes hacer… ¿te suena de algo?
Yo lo vi claro. Mi ego prefiere que siga en una posición tranquila, manteniendo mi rutina, mi comodidad, me lanza mensajes constantes de que “ya tengo bastante con lo que tengo como para meterme en más líos“. Y hace que el sentarme a escribir, pensar en temas interesantes, crear contenido para OEMVI, me parezca una tarea mucho más complicada de lo que es en realidad, tanto que me busco yo misma mil excusas para no hacer algo que me gusta. Mi ego se ha aliado con la pereza. Son mejores amigos.
¿Por qué? Porque no quiere que salga de mi zona segura. Quiere que me quede en lo rutinario aunque no me guste. Como dice el dicho: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.
¿Y cómo echar al ego a un lado para poder cumplir con tus sueños? Pues ya te aviso que no es fácil. Y que puede que sea una lucha constante hasta que se dé cuenta de que realmente te proporciona más cosas positivas que negativas. Que siempre está ahí, y cuando menos te lo esperas ¡zas! Vuelve.
A mí me está sirviendo mucho, y en más ámbitos que OEMVI, preguntarme a mí misma por ejemplo cuando evito sentarme en mi escritorio, o levantarme a hacer ejercicio: ¿es cansancio o pereza? Si he dormido bien, horas suficientes, o no he hecho nada extraordinario durante el día que suponga un desgaste físico extraordinario, no tiene cabida el cansancio. Es pura pereza. Recuerda, Pereza es la mejor amiga de Ego.
Por otro lado visualizándome haciendo eso que quiero hacer, disfrutando del momento, disfrutando de los resultados, viviendo con todos los sentidos posibles ese acto, consigo engañar al cerebro, y por tanto a mi ego. Oye mira Ego, la cosa tampoco es tan horrible, fíjate, puedes llegar a sentirte como nunca de bien.
Habiendo asumido que es mi ego el que me hace buscar excusas, y que puedo minimizar su impacto, me he embarcado en la tarea de hacerle ver que mi zona de confort tampoco era tan confortable. Y que lo mejor está por venir, y lo voy a conseguir. estoy convencida. Mi éxito, es inevitable.
Buenas, también me sucede a mi, pero en mi caso procrastino con dos situaciones diferentes con unas que si se que me gusta muchísimo y a la vez me aterra, y con otras que el miedo por enfrentarte es mayúsculo. Gracias
Ay el Ego! Pues en esas estoy ahora mismo yo. Un pepito grillo que me bloquea. Que se alía con el miedo y no deja hacer. Gracias Esther por darnos las herramientas para identificar porque eso ya es un gran camino andado que hacer por nosotros.
Me siento totalmente identificada con vosotras
Mil gracias Cari, me alegro que hayas podido identificar a ese monstruo que se empeña en que no cumplamos nuestros sueños. En mi caso además es que he llegado a pensar que las cosas que "surgían" eran señales para que no lo hiciera por lo que fuera. Vamos, que encima me auto convencía que estaba haciendo lo correcto. En fin… de aquí en adelante, localizado al enemigo ya tenemos mucho ganado. Un beso. Esther
Querida Esther, como siempre, se cumple el fenómeno de que escribes justo aquellas palabras que necesitaba leer y no lo sabía (¡es tu superpoder!).
La verdad es que me ha estado pasando eso que dices durante estos meses; procrastinar hasta en cosas que me gustan, que me hacen bien o que incluso me apetecen. Escribir para mí, salir a un parque a leer, empezar un dibujo nuevo que por una vez no sea un encargo, ir a una cafetería a hacer aquellas tareas que puedo resolver con el ordenador, leer más… No sé qué pasa, que me propongo hacerlas y de un modo inexplicable acabo anteponiendo cosas que en verdad pueden esperar o que no tenía pensado hacer (una "urgentisima" limpieza de la casa, responder mensajes, ver videos de youtube o incluso berenjenales como organizar las carpetas del ordenador). ¡Terrible! Eso, junto con la procrastinación habitual de las obligaciones del trabajo, me da mucha ansiedad.
También me he dado cuenta de que soy demasiado optimista con los tiempos que planifico para cada cosa y, claro, luego no me da tiempo más que a la mitad. He decidido que tengo que ponerme sólo uno o dos objetivos por día, a ver si así hago las cosas con más calma y la sensación de "bieeen, lo he logrado!!!" me favorece para hacer aquellas cosas que me apetece hacer SIN CULPA (yo creo que aquí hay un tercer amigo del Ego: la culpa). Culpa de que igual eso que quieres hacer no es considerado "productivo" porque no es para otros, no resuelve un problema vital ni trae consigo un beneficio económico. Culpa por pensar que ese tiempo que te estás dedicando porque te apetece es tiempo que no estás usando para otras obligaciones. También porque el descanso y el placer parece que en vez de ser una necesidad humana sea algo que nos tenemos que ganar (desde hace poco intento evitar la expresión "merecido descanso"). El descanso nos hace funcionar mejor; dedicar tiempo a hacer cosas que nos relajan o nos hacen felices nos hace brillar más fuerte también para los demás. ¿No crees?
En esas estoy, Esther, tratando de ganar en disciplina para crear mi mejor versión y perder en ansiedad/estrés que me frena. Si tienes más truquis al respecto, estaré encantada de leerlos!!!! Mil millones de gracias por esta reflexión y por volver a escribir, cada post es un regalo para quienes te seguimos desde hace tiempo!
Besitos,
Cari