Hola. Espero que te encuentres bien. Por aquí todo sigue en orden, y ya he cumplido los 14 días de cuarentena. Sí, sé que me queda mucho, y que no es nada comparado con los 21 días que llevan mis hijos, mi marido y tanta gente. Pero para mi era importante superar esta fecha con salud, porque tenía miedo.
Tenía miedo a haberme contagiado y padecer la enfermedad. Cada tos, cada estornudo me hacía (y hace) mal pensar. Tenía miedo a tener que estar aislada de mis hijos y mi marido. Tenía miedo de estar sola en el hospital, tenía miedo de verme en IFEMA en una de esas 5.000 camas que se han preparado. Tenía miedo a sufrir, pero aún más a que mis hijos sufrieran. Tenía miedo a morir.
Cada vez que uno de esos horribles pensamientos venía a mí, inmediatamente no les dejaba, ni les dejo, que se queden en mi mente ni un segundo. Automáticamente fuerzo una sonrisa en mi cara, automáticamente me digo a mi misma que no, que estoy y voy a estar sana. Automáticamente busco un pensamiento bonito de mi presente para sentirme agradecida por ello. Automáticamente pienso en esas timbas de Continental que organizamos cada tarde los cinco, en las que reímos, nos enfadamos, amenazamos a los demás como nos quiten la carta que queremos, y hacemos una fiesta cuando te toca justo la que necesitas.
Automáticamente pienso en esas tardes de peli y manta. Automáticamente pienso en la maratón de series que nos damos mi marido y yo cuando los niños ya se han acostado. Automáticamente pienso en esa sensación cuando el sol me da en la cara, en los brazos cuando me siento en la terraza por las mañanas. Automáticamente pienso en mis padres, en la última videoconferencia en la que, sentados en su cocina mientras cenan, charlan con sus nietos a través de la pantalla porque aunque vivamos en el mismo barrio toca estar separados. Automáticamente pienso en mi hermano y su familia que aunque lejos, disfrutan del campo, del aire puro, de un distanciamiento social que ha existido siempre para quejas de alguno, pero que ahora es fortuna de todos. Automáticamente pienso en esas videoconferencias a ocho bandas con amigas, con mis cuñados… en las que nos reímos de todo, nos consolamos mutuamente y hacemos que todo esto parezca durante un rato menos grave.
Y así mantengo el miedo a raya. Así sé que no podrá conmigo. Y si algo malo ocurre no me pillará baja de moral, sino fuerte, porque automáticamente tengo a donde agarrarme.
El miedo es algo natural, quiero pensar que es un mecanismo de defensa intrínseco para asegurar la supervivencia, pero no quiero que me domine, porque sé que entonces muchas de las cosas por las que he luchado en esta vida no tendrán sentido. Porque quiero ser ejemplo para mis hijos, que ahora, más que nunca nos observan. Porque quiero minimizar el impacto que tendrá en ellos esta situación. Porque quiero aprovechar esta situación para hacerme más fuerte.
Así que si tu también tienes miedo, no te asustes, haz como yo y defiéndete centrándote en las cosas buenas de la vida, en el agradecimiento, tantas veces como haga falta, porque el miedo es insistente, es concienzudo y parece no abandonar nunca su empeño en amargarnos. Pero nuestras herramientas son más poderosas que él.
Te recomiendo que veas este vídeo si es que aún no lo has visto. Te hará más fuerte.
Reflexión muy oportuna. El video genial. Gracias de nuevo
Muchas gracias, Esther. Nada volverá a ser igual, esperamos que cuando todo esto pase, haya sido para mejor. Un abrazo.